CAPÍTULO XV – BUQUE “VICENTE PUCHOL” SEGUNDO EMBARQUE
De vuelta a Barcelona, la semana siguiente de pasar por la inspección me volvieron a mandar al “Vicente Puchol” de Segundo Oficial, aunque me advirtieron que podrían llamarme para hacer otro relevo en algunos de los barcos que operaban en aquella zona.
Otra vez en astilleros volví a la rutina anterior: solía salir a dar una vuelta por el barrio gótico y aprovechaba para comprar sellos, hasta que regresaba al barco.
Mi idea de navegar no había sido nunca la de Transmediterránea, me gustaba algo mas que lo que se hacía en estos barcos, de carga nada de nada, de navegación tampoco, y el tiempo de Astilleros no me dieron opción a aprender nada pues no tuve oportunidad de bajar al dique y ver los que era una varada. Hice mucho más en los escasos días que estuve con el “Puertollano” en dique, en Cádiz.
Siempre dije que en vez de marinos parecíamos tranviarios o cualquier otra cosa parecida. Durante mi estancia en estos barcos, con excepción del “Ciudad de Oviedo”, lo único que vi hacer el Primer Oficial, aparte de la guardia, era vender billetes a los que llegaban tarde.
Aunque en estos ferrys se transportaban camiones y coches tampoco se intervenía en nada pues lo hacía el personal de tierra, así que lo único que me mantenía aquí era la familia y la paga que, aunque no era muy alta, tampoco estaba mal
Justamente el día que desembarcaba quisieron mandarme otra vez al “Ciudad de Valencia”, y hasta me llamó el Inspector, pero me negué a ello puesto que de ser así no llegaría a tiempo a mi boda. Me dijo que no podía ser porque tenía que embarcar, y me amenazó con no darme la Libreta de Navegación, a lo que le contesté que no iba a embarcar de ningún modo y que la libreta me la mandara a casa, o bien ya haría un duplicado.
Desembarqué el día 15 de Diciembre y marché para Melilla, donde estuve preparando todo para casarme.
A María José le dijeron que no podíamos casarnos porque yo no había hecho el cursillo prematrimonial, así que me fui a ver al cura y le expliqué que yo no estaba en tierra por mi profesión y, por lo tanto, no podía realizarlo; me dijo que le tenía que traer una Fe de Vida y Soltería de los lugares donde había estado en los últimos 2 años, en vista de lo cual le contesté que era imposible y que si no quería que no me casara. Al final, de mala gana accedió.
El día que me casaba fui a confesarme a la Iglesia del Sagrado Corazón con el Padre Segovia, aunque tuve que dejarlo porque no llegábamos a ningún resultado. Fui a la iglesia del pueblo para que el Prior Juventino me confesara. Le conté el episodio anterior y me llamó de todo, así que dijo que si me arrepentía de mis pecados, a lo que le contesté que “a eso había ido”, por lo que me mandó de penitencia unas cervezas y una tortilla en “El Manco”, y que, como condición, tenía que casarme él.
Esto no pudo ser porque venía de Málaga un primo hermano de mi mujer, que era cura, Pepe Sánchez, que fue quién finalmente nos casó.
La boda se celebró en la Iglesia del pueblo y como estaba muy reciente el fallecimiento de mis padres no quisimos invitar a muchas personas, preferimos hacer una celebración familiar. En casa de los padres de María José tomamos unas tapas, brindamos y eso fue todo.
De haber vivido mis padres hubiese sido más celebrada y con más personas, pero el destino no quiso que fuese así; aunque me acordé mucho de ellos, sobre todo en los momentos antes de salir de casa para la iglesia.
Éste es el recorte de prensa en el que se anunció nuestro enlace. Es de ‘El Telegrama de Melilla’, el único periódico que en aquellos años se editaba en Melilla.
Nos fuimos de viaje de bodas y estuvimos unos días en Málaga, Madrid y Valencia. Al final me quitaron unos días de vacaciones para embarcar en el “Vicente Puchol”; pero el tiempo que estuvimos de vacaciones, aunque llovió mucho en Málaga e hizo mucho frío en Madrid y Valencia, lo pasamos muy bien.
En Málaga nos alojamos en casa de los padres de María José, en El Palo, pero la segunda noche tuvimos que quedarnos en casa de Pepe Escaño pues había llovido tanto que se había inundado la casa de El Palo debido a la suciedad que había en la terraza por no estar habitada.
Volvimos a Melilla y, desde allí, de nuevo a Barcelona a embarcar otra vez en el “Vicente Puchol”.