CAPÍTULO VII – BUQUE “CIUDAD DE VALENCIA” SEGUNDO EMBARQUE
Después de desembarcar regresé a casa, donde pasé unos días de vacaciones hasta que volví a embarcar como Alumno en el “Ciudad de Valencia”.
El 19 de Agosto de 1967 volví a embarcar en la M/N “Ciudad de Valencia”, haciendo la misma ruta Málaga a Melilla y regreso. Habían cambiado el Primer Oficial, que era José Cañas, y el Segundo Oficial, que ahora era José Luis Grindley. Se produjo también otra novedad: había Practicante a bordo, Pepe Carou, que años más tarde fue Alcalde de Cee.
Los viajes, como siempre, de Melilla a Málaga y regreso, pero ahora parábamos los sábados a la llegada y salíamos el domingo por la noche
En esta ocasión no me dieron el camarote de la chimenea y ocupé el del Tercer Oficial, así que mejoré bastante en el alojamiento.
De esta época no tengo ninguna fotografía, aunque sí muchas anécdotas de las que voy a relatar las más relevantes.
Una noche, en ruta a Melilla tratamos de ordeñar unas vacas que llevábamos en cubierta. Paquillo, un marinero que había estado enrolado en el barco de pesca de mi padre, el “Josefa Cano”, que lo intentó, recibió una coz que lo dejó casi sin sentido, y en vista de ello desistimos de tomar leche fresca.
En las ferias de Melilla acompañé a mi prima Salomé, hija de Pepe Soriano, a los Juegos Florales, ya que fue Dama de Honor junto a mi hermana. Como no tenía guantes blancos llevé unos calcetines en las manos y cuando estábamos en mitad del acto lo comenté, lo que proporcionó un buen rato de risas. En la foto, la Reina y tres de las Damas; a mí se me ve en primer lugar.
Las noches de los fines de semana que salía con el Segundo Maquinista, César Zafra, después de dejar a la chica con la que estaba saliendo solíamos recorrer algunas tabernas y tablaos, pues éste era muy aficionado al flamenco.
A un telegrafista novato le cobramos el agua y la luz cuando vino a por su paga; para ello, entre el Practicante y yo montamos una escenita muy acorde. Más tarde le invitamos a unas copas con su dinero mientras nos confesaba que ‘se lo había tragado’. Se quejaba de que el Radio titular tenía el camarote y la radio lleno de banderas de España y alusiones a Franco y al Frente de Juventudes y preguntaba que si podía quitarlas. Le dijimos que hiciese lo que viese conveniente. A la vuelta de D. Manuel, el radio titular, armó un escándalo enorme porque le habían quitado todo lo que el tenía colgado y decía que la iba a denunciar.
Empezaron a poner televisiones en los bares y en los comedores, y cuando estaban instalando la del bar de 2ª clase, no se les ocurrió nada mas que taladrar el costado para poner una estantería para colocar la tele, el taladro estaba por debajo de la línea de flotación y empezó a entrar agua y liaron una de no te menees pues no eran capaces de parar la entrada de agua hasta que lo avisaron y el personal del barco solucionó el problema.
Una noche que estaba con el Primer Oficial D. José Sánchez-Fano Oliete en el bar de primera, se acercó una familia y me preguntó que cual era el motivo de que de Melilla a Málaga saliese a las nueve de la noche y de Málaga a Melilla a las diez, le dije que mirasen el mapa y se darían cuenta que el motivo es que se va cuesta arriba en el primer caso y cuesta abajo en el segundo, se quedaron muy convencidos pero D. José me llamó de todo. La verdad es que estaba motivado por la corrientes procedentes de estrecho.
Otra noche llevábamos una piara de cerdos en la cubierta, a proa del puente; les quitamos los palés que los encerraban y corrieron por las bandas hacía las sillas de popa que estaban ocupadas en su totalidad por moros, quienes, en cuanto los vieron, echaron a correr. Más de uno por poco se sube al palo. Al día siguiente, Don José, que había vuelto a embarcar, me echó la culpa a mí, pero me defendí alegando que no debía pensar tal cosa pues yo era formal y eso no entraba en mis pensamientos; aunque mis argumentos no le convencieron demasiado.
Durante una travesía de Melilla a Málaga habían sorprendido a un camarero en un camarote con un moro. Durante la comida, la tripulación que no tenía comedor lo hacía en las butacas del pasaje, cerca de la cocina y del comedor de oficiales, y en algún momento, el Calderetero, Vicente Martínez, de Melilla, pidió que le contara lo que había pasado, ya que le habían llegado rumores y quería confirmarlos, a lo que contestó que lo único que había pasado es que estaban jugando a las cartas; pero Vicente le dijo que la información que él tenía era que le habían pillado con el ‘as de bastos’ en el culo.
Cuando el Practicante volvió a embarcar, después de la vacaciones, nos invitó a una mariscada de campeonato de la que en el barco dimos buena cuenta.
Durante unos meses, cada noche, en el momento del embarque del pasaje, un moro se situaba al pie de la escala para, llorando, pedir dinero mientras aseguraba que le habían robado y que lo necesitaba para sacar el billete para regresar a Melilla. Así vivió una temporada, a costa de los que viajaban que, como es lógico, cambiaban todos los días. En esos años el pasaje era, en un 90%, de moros que venían de Alemania a pasar la vacaciones en casa.
Uno de los días, llegando a Málaga nos enfrentamos una niebla que cubría toda la bahía. Aunque había radar a bordo, la llave de éste la tenía el Capitán, D. Benito, que no supo utilizarlo, así que cuando aclaró un poco llamó al Pañolero de Máquinas, que era de El Palo; éste le indicó que lo que empezaba a verse eran “Las Tetas de Málaga”, información que le bastó para situarse y seguir hacia el puerto.
En otra ocasión, con la mar en calma, unas millas antes de llegar a Málaga vimos unas manchas de aceite que parecían proceder del fondo, por lo que se reportó la situación a la Comandancia de Marina. Años más tarde leí que Fernando Fernández Orcoyen, buceando en esta zona había localizado un submarino hundido durante la Guerra Civil Española.
En un traslado de tropas desde Melilla a Málaga, como siempre hacían, los militares acordonaron la zona de embarque, y el Primer Oficial y yo habíamos salido antes de que esto sucediese. El barco salía a las 9 de la noche por lo que a eso de las 8 nos dispusimos a regresar a bordo, pero al intentar acceder a la zona acordonada para embarcar, un militar se nos plantó delante diciéndonos que no podíamos pasar, sin preguntar nada más.
Decidimos ir al bar de la esquina a tomarnos una cerveza para, al rato regresar al barco, donde volvió a repetirse la situación, y ya eran la 8:30. Lo curioso es que no nos dejaba hablar, aunque en esta ocasión, en el puente estaba el Capitán, D. Benito, armado de un megáfono con el que gritaba, pues estaba nervioso al ver que el Primer Oficial no llegaba. Éste le decía que no le dejaban pasar, así que desde el puente le montó una al militar que me imagino no habrá olvidado.
Durante unos días, mientras estábamos en Melilla se rodaron a bordo algunas escenas de la película “En Ghentar se muere fácil”, que hace poco se repuso en Melilla. En una de las escenas que se tomaron mientras llegábamos a puerto salíamos D. Benito y yo, en el puente.
En varias ocasiones llegaron a embarcar compañeros que volvían de vacaciones y que no tenían billete o dinero para comprarlo. Muchos de ellos viajaron gratis al ‘colarlos’ yo a bordo.
A los tripulantes se les permitía traer algunas cosas de Melilla que estaban más baratas que en la Península y pasarlas por la aduana sin tener que pagar la llamada “pacotilla”. Solía tratarse de un queso de bola, algo de café y leche condensada; algunos oficiales, yo incluido, se lo dábamos a Rafalito, un antiguo marinero que sufrió un accidente por el que quedó inútil para el trabajo, aunque sin retiro, así que gracias a nuestra pequeña ayuda el pobre hombre podía vivir. Recuerdo que era muy amable, y después de este embarque debió fallecer pues nunca más volví a verle.
Durante esta temporada solía salir los fines de semana, pues parábamos desde el sábado por la mañana al domingo por la noche, con una pandilla y una de las veces vinimos a una sala de fiestas de Torremollnos y me presentaron a Agustín y empezamos a charlar y me dijo que era de Melilla, yo le dije que también, que tenía mucha relación con Nador, le dije que yo también, que su madre era maestra en Nador, yo le dije que la mía también, nos conocíamos desde hacía muchos años y de pequeños jugamos muchas veces juntos en el Colegio en Nador.
Como me faltaban algunos días de navegación de altura, por medio de las amistades solicité el transbordo a otro barco para poder hacer estos días, por lo que el 14 de Febrero desembarqué en Málaga.