Capítulo XVIII – Buque «Joseph P. Grace»

CAPITULO  XVIII – BUQUE “JOSEPH P. GRACE”

Una vez desenrolado del viaje desde Almería a Bilbao, ya que el embarque lo hice a través de Consulmar, María José y yo estuvimos casi una semana esperando embarcar, durante la que pasamos unos días muy agradables.

 

Estuvo comiendo y cenando angulas todos los días menos uno que fuimos a comer el restaurante “Guria”, al de que había en la ciudad vieja, yo pedí cococha y angulas y ella una tortilla de patatas que ha sido lamas cara que he pagado en mi vida.

Embarqué sobre fin de mes en Londres (Inglaterra) de allí a Rotterdam (Holanda) y luego a cargar a Point Lisas (Trinidad y Tobago). En aquella época de los enroles en barcos extranjeros no se hacía constancia en la Libreta de Navegación, solamente en el Historial, así que no hay constancia de ello.

Transportábamos amoníaco líquido que cargábamos en Point Lisas (Trinidad y Tobago), para descargarlo en Fredericia (Dinamarca), que se utilizaba como fertilizante. Sólo una vez cargamos en Lake Charles (Estados Unidos), y en una ocasión hicimos consumo en San Nicolás, en Isla Aruba.

La segunda vez que cargamos en Point Lisas tuvimos que hacernos un chequeo médico, para lo que nos mandaron a unos cuantos oficiales a Port of Spain. Allí aproveché para saber qué tipo de sangre era la mía, porque María José estaba embarazada y su Rh era negativo; curiosamente, lo mismo le pasaba el Capitán, Juan Marcaida Rentería.

Allí pasamos todo el día pues tuvimos que esperar hasta la tarde. Teníamos reservada una habitación en el Hotel Port Spain Hilton, que era una maravilla, así que después de dar un paseo por la ciudad y un par de ponches de ron en “Luciano”, fuimos a bañarnos a la piscina del hotel, allí comimos en la barbacoa y por la tarde de vuelta al barco, al trabajo.

Nos llamó mucho la atención que el práctico nos decía que había hecho toda la carrera por correspondencia, incluso el curso de práctico, y que no había navegado nunca como oficial.

Durante la carga dejábamos caer al mar una pequeña manguera por la se dejaba salir amoníaco que al reaccionar con el agua explotaba, lo que nos servía para pescar pues los peces subían a la superficie.

Antes de desconectar las tuberías de carga había que lavarlas muy bien para que no quedase ningún resto de amoníaco. Había un bombero de petroleros y aunque se le explicó muy bien todo no lo hizo como debía por lo que provocó una salida de gas que nos mandó, a mí, que estaba lejos, al hospital, y a él, que se encontraba más cerca, con graves quemaduras en la tráquea. Una vez de vuelta al barco tuvo que permanecer una semana alimentándose a base de dieta blanda.

Otra cosa que me sucedió es que en Mayo de 1971 certifiqué días de navegación hasta el 30 de Agosto. Puse unos días antes la fecha de embarque, pero al final no me fue muy rentable pues en Julio nos mandaron a casa por cambio de tripulación española a china y, aunque tenía legalizado hasta Agosto, en Septiembre embarqué de Tercer Oficial en el B/T “M.P. Grace”. No pude certificar más días, así que perdí más de un mes, pues estuve embarcado hasta finales de Octubre.

Pasé de ganar unas 9.000 pesetas al mes a más de 40.000, y, además, en dólares USA, algo que sin duda me mereció la pena.

En Fredericia tuve que acudir varias veces al médico a llevar a tripulantes que no solían hablar inglés, siendo ésta la primera vez que cambié dólares. Recuerdo que me dieron muchas coronas danesas, pero como no conocía el cambio no me extrañó; a la salida observé que en vez de poner dólares en la papeleta del cambio, se habían confundido con libras esterlinas.

En esta foto estoy con el Capitán Juan Marcaida en el puente, con el nombre del barco detrás; pertenecía a Marine Transport Lines, Inc. de New York, aunque abanderados en Monrovia (Liberia).

En la foto, de espaldas Jack Paro, Ingeniero Naval que venía a detectar unas grietas en los tanques de carga, fue el constructor de la hélice del B/T “Exxon Mahattan”, primer petrolero que hizo la ruta de Alaska; el marinero de guardia, yo, el Capitán, el Segundo Oficial y el Primer Oficial.

En otra descarga durante la noche se armó un tremendo jaleo: un engrasador se había traído una chica a bordo y cuando entró de guardia, a las cuatro de la mañana, otro tripulante aprovechó para meterse en su camarote. Todo fue bien hasta que la chica se dio cuenta y se puso a gritar, por lo que el engrasador salió corriendo detrás del otro con una llave inglesa en la mano.

En Julio, después de descargar en Fredericia nos mandaron a dique, así que fuimos a los astilleros de Frederikshaven. Antes de entrar en dique se tenían que desgasificar los tanques de carga de amoníaco lo que el Capitán, a pesar de llevar práctico a bordo debido a las minas que aún quedaban en la mar, restos de la Segunda Guerra Mundial, decidió hacer durante el trayecto. Después de unos días en dique se presentaron a bordo inspectores de medio ambiente porque se les habían caído las hojas a muchos árboles cercanos a donde habíamos pasado, debido a los gases que se lanzaron a la atmósfera.

La entrada en dique la hicieron prácticos militares, y mejor que no lo hubiesen hecho, o deberían haber aprendido algo más, porque la maniobra fue un verdadero desastre.

En la única ocasión que fuimos a cargar amoníaco a Lake Charles (U.S.A.) compré ropa para el bebé que venía de camino, aunque años más tarde volvería a tocar este puerto en varias ocasiones. Toda era de color rosa, pues queríamos una niña, aunque finalmente nació un varón.

Vista de la cubierta desde el puente, como se puede ver era un braco complicado.

Unas vistas desde el puente y un atardecer en el Océano Atlántico; están hechas a bordo con un equipo fotográfico que compramos entre todos y que al final se sorteó tocándole al radiotelegrafista.

Estando en los Astilleros cambiaron de tripulación, y para volver a casa nos llevaron en autobús hasta Billum, y desde allí a Copenhagen, Madrid y Melilla, donde estuve más de un mes esperando embarque, aunque cobrando. Mejor, imposible.

Luego me mandaron ir a Bilbao, donde estuve una semana, tras la que de nuevo regresé a casa. A la semana embarqué en La Coruña en otro barco de la misma compañía.

Mientras estaba navegando se celebró en Melilla una Semana Naval, donde se aportaron maquetas de barcos, presentaron una mía, de un junco chino, y me dieron este diploma.

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